Ficha Black Rain

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Críticas de Black Rain (1)


Mad Warrior

  • 13 Oct 2022

8



Inmensa desde los cielos, claustrofóbica a ras de acera. Así es Osaka, con sus ambientes excesivos, viciados por el humo de la contaminación y bañados en el resplandor de los neones.
Por la noche, éstos tienden a confundirse con el fulgor de los disparos y el rojo de la sangre. Un policía está atrapado en esta jungla futurista y no saldrá de ella hasta cumplir su misión y saciar su sed venganza.

Ya he estado varias veces (porque allí es donde reside mi familia política) y la experiencia siempre resulta única. Japón es una tierra que te atrapa hasta en lo más profundo del alma, tanto con sus enormes y concurridas urbes metropolitanas como con su lado más ancestral. Un lugar de fantasía y tradiciones hiératicas, bello e insólito, moderno y clásico donde uno puede lanzarse a vivir grandes aventuras, y, si se deja volar la imaginación (y más aún si uno es un fan del cine de los 80), aventuras tan emocionantes como las sucedidas en el film que nos ocupa, producto de una época, para qué negarlo, pero infalible sin lugar a dudas.
Dos ¨lluvias negras¨, muy distintas, llegaron desde Japón a las pantallas: el angustiante y desgarrador drama de Shohei Imamura sobre Hiroshima y las vicisitudes de los supervivientes, y este producto de encargo firmado al alimón por Warren Lewis (¨El Guerrero N.º 13¨) y Craig Bolotin (¨Generación Perdida¨) con clarísimas referencias al legendario film de Sydney Pollack ¨Yakuza¨ que caería de rebote en las manos de un Ridley Scott recién llegado de su escarceo con el ¨thriller¨ de suspense en la poco lucrativa ¨La Sombra del Testigo¨ tras sufrir el rechazo inicial de Paul Verhoeven (que estaría preparándose para la producción de ¨Desafío Total¨).

Atractiva propuesta para el cineasta la de filmar en terreno asiático, aunque pasara a la irritación primero y al enfado después por el coste y los múltiples problemas que le causó el rodaje, el cual, debido a la expiración de su visado, tuvo que trasladar en última instancia a Los Ángeles. La acción de ¨Black Rain¨ se inicia con una secuencia mítica que destila aroma de los 80 por todos sus costados: el protagonista, Nick, surcando a lomos de su moto el puente de Queensboro con el amanecer y la envolvente ¨Ill be Holding On¨ de fondo; un tipo áspero, temerario y con problemas personales que responde al prototipo de policía formando equipo con Charlie, agente de carácter más agradable y templado.
Pareciera que vamos a asistir a otra ¨buddy movie¨ al más puro estilo de la época hasta la súbita aparición de un elemento extraño: unos japoneses brindan alegres en un restaurante en compañía de un mafioso italiano (escena más propia de los ¨thrillers¨ hongkoneses por su disparatada incongruencia). Con el contundente tajo de un sable el bien asentado prólogo vira su dirección para introducir a la pareja protagonista en una trama criminal orquestada por la peligrosa yakuza, viéndose forzados a escoltar al criminal Sato a la lejana Osaka...pero la entrega resulta, por desgracia, fallida. Una trampa.

Es entonces cuando se desvela la intención y los cauces del film, cuya premisa no se aleja mucho de las de ¨La Jungla Humana¨ o ¨The French Connection II¨. Nick y Charlie se ven atrapados en un territorio que no es el suyo, subyugados a unas reglas estrictas y a unos anfitriones tenaces; mientras el segundo lo achaca con resignación el primero se revela furioso. A ojos de los demás éstos no son más que civiles extranjeros, unos bárbaros (¨外人¨ (¨gaijin¨), aclara Joyce).
Choque de tradiciones, de culturas, de odios cuyos orígenes se encuentran en los irreparables desastres de la Historia; el visceral punto de vista norteamericano contra el templado y estoico espíritu japonés, enfrentamiento intensificado con la aparición del inspector Masahiro, quien debe ocuparse de tener controlados a los recién llegados neoyorkinos.

Tras un paréntesis en el que se hace hincapié en la adaptación de éstos al nuevo entorno, aceptado por Charlie y muy rechazado por Nick en todos los aspectos (irá directamente a buscar la compañía de una paisana), el guión se acoge a uno de los elementos más comunes del cine ¨noir¨ al que homenajea: la incorporación de una misteriosa ¨femme¨ (que no será japonesa) para ayudar al protagonista siempre que lo necesite, cosa que no se cree ni ella.
Elemento de discrepancia para muchos, más decorativo que otra cosa (la trama sobreviviría perfectamente sin Joyce), pero a pesar de que Bolotin y Lewis abracen todos los clichés habidos y por haber del género, su historia propone un nuevo giro, inesperado y agrio, cuando Charlie se convierta en víctima de la yakuza, incentivo para que Nick, ahora en compañía de Masahiro, se tome la justicia por su mano.

La pareja se modifica. El arrojo de uno contagia al otro y su honestidad al contrario, quien, movido por su inquietud, llegará hasta Sugai, uno de los poderosos jefes yakuza (protagonizando un intenso cara a cara con el desastre de la bomba sobre Hiroshima y Nagasaki de resorte para los horribles acontecimientos) que es también una de las mejores escenas del film). La intriga, con sus concesiones al policíaco negro de manual, se mueve sin fisuras hasta un último tramo donde el británico nos sirve un festival de acción descarnada e inverosímil (explosiones, tiroteos y persecución en moto incluidos), pero efectuado con nervio y oficio.
Es precisamente su maestría en la técnica visual lo que da un valor extra al conjunto. Así, el Osaka de ¨Black Rain¨ no será sino el reflejo de Los Ángeles futurista de ¨Blade Runner¨, un espacio sugerente en el que la potencia de los fumígenos crea gran contraste con sus abisales recovecos, arrastrándonos Scott a sus profundidades e impregnándonos con los fuertes aromas de su implacable atmósfera, tan sobrecargada y a la vez decadente.

Atmósfera de negras aristas perfilada por una efectista puesta en escena y las excelentes labores en el diseño de producción y en la fotografía de Jan de Bont. Hans Zimmer, en su primera colaboración con el director, aporta una estimulante banda sonora producto también de la época.

Histriónico y chulesco, Michael Douglas encarna sin esfuerzo al protagonista, un policía muy en la línea del Martin Riggs de Mel Gibson aunque sin toda su profundidad psicológica ni locura neurótica, a quien siguen un correcto pero increíble (por incoherente) Andy García y la explosiva Kate Capshaw de oportuna mujer florero y poco más. Para rematar, algunas leyendas del cine nipón: Yusaku Matsuda (fallecido triste y prematuramente a causa de un cáncer tras el rodaje), genial de asesino psicótico, Tomisaburo Wakayama (el legendario samurái de ¨Kazure Okami¨) encarnando a Sugai y el siempre fantástico Ken Takakura en un papel lleno de sutiles matices similar al que interpretaba en ¨Yakuza¨; destacar también la aparición del gran Rikiya Yasuoka.
Embolsándose en taquilla cuatro veces más de su presupuesto, ¨Black Rain¨ fue todo un éxito en su momento recibido como agua de Mayo por su director tras el fracaso de su obra anterior. Hoy permanece, pese a la negativa de muchos, como un pequeño clásico y a la vez testigo del final de una época única para el ¨thriller¨ policíaco. Violencia con estilo, acción vibrante, personajes tipo sacados de una novela negra de bolsillo, luces de neón y la húmeda noche de la irresistible y peligrosa Osaka.

Por supuesto no dejo de preferir la ¨lluvia negra¨ de Imamura (su obra maestra), pero la de Scott es sencillamente incomparable.
Imperdonable es, de todas formas, que los personajes japoneses estén modelados según los estándares norteamericanos de veinte años atrás.



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